Todo empieza y nada acaba en Venus: un edificio que se ha convertido en el símbolo de la degeneración del barrio de La Mina. Una involución. Un laberinto. Una telaraña de conflictos con tantos hilos como presas. Un poliedro de vidas que se cruzan, de caras que se reconocen frente a las aguas estancadas de la política. 

Venus: el espiral del desatino administrativo

La vida del edificio Venus ha metaforizado los casi cincuenta años de historia del barrio de La Mina. Su origen se remonta a los años 70, como una alternativa ante la necesidad de realojar los asentamientos barraquistas del Campo de la Bota y del área metropolitana de Barcelona. Desde entonces, su presencia ha teñido el panorama del barrio de oscuridad y de ceguera administrativa.

Con la edificación de La Mina nació la masificación vertical. Irrumpió la densificación en unos bloques que albergaban más de 2.100 viviendas destinadas a más de 15.000 personas procedentes de distintas zonas de la ciudad. Una comunidad que hasta entonces había crecido con modelos de convivencia propios y con un sentido libre del espacio y de la organización. Y que, a partir de entonces, debería de gestionar la cotidianidad de más de 80 familias por porteria.

Con la creación de los edificios Saturno, Marte, Levante o Venus se desataron las consecuencias casi inherentes del barraquismo vertical. Los bloques se convirtieron en hervideros de pasiones condicionadas por la poca atención de la administración y por la escasez de recursos. 

Fotografia realizada por Claudia Frontino – @CFrontino

El Plan de transformación integral: la utopía

La Mina fue forjando a ritmos acelerados sus complejos y sus estigmas. La imagen pública del barrio construyó una frontera invisible, una burbuja de realidad que hablaba de drogas, de gueto y de inseguridad. Un imaginario tan pesado que ha ido malformando su autoestima.

Como medida, entre 1982 y 1993 se trataron de instaurar hasta 6 planes de transformación. Ninguno de ellos se realizó por completo. Y con la llegada del 2000, se dibujó el Plan de Transformación Integral: una propuesta de remodelación urbanística que pretendía disolver el conflicto social incidiendo en puntos estratégicos del espacio público. 

El Plan también posó la mirada en el edificio Venus. Para él, proyectó el derribo y el realojo de sus habitantes sin costos adicionales para los afectados y afectadas. Venus había concentrado las miserias sociales que aún hoy tienen cabida en La Mina: la venta y el consumo de drogas, la insalubridad, las ocupaciones, el incivismo, la mala convivencia vecinal, la falta de responsabilidad sobre el espacio común, un sentimiento de pertenencia imperceptible. En el edificio Venus, el pacto social y el compromiso por la vida en comunidad habían sido expropiados. La degradación del edificio supuraba escaleras abajo.

No fue hasta el año 2009 que el Consorcio de La Mina, encargado de gestionar el plan de reforma del barrio, expuso el proceso de realojo a las familias del edificio Venus. Éstas tendrían opción a nuevas viviendas construidas en el barrio, pero el intercambio no sería de piso por piso: el proceso de realojo ya no estaba exento de costos y dependería ahora de los recursos económicos de cada vecino y vecina. La cantidad que había que sumar al intercambio rondaba los 34.000 euros por piso y las condiciones de préstamo eran privadas. Un giro. Un agujero negro.

Así, ante la indignación y la inseguridad de dejar atrás su vivienda de propiedad gestionada públicamente a cambio de una nueva con préstamo bancario incluido, el vecindario presentó unas alegaciones que posteriormente serían desestimadas. El propio Consorcio anunciaría entonces que el edificio Venus no se derribaría, sino que sería rehabilitado: un posicionamiento que finalmente el Ayuntamiento de Sant Adrià del Besòs rechazaría, obligando al organismo a ejecutar de manera íntegra el Plan de Transformación.

Foto realizada por Isma Monfort –  @imonfort

Objetivo Venus: de utopía a transformación

De la orden se han cumplido ya 10 años. Sólo alrededor de 50 familias se han acogido a la opción de realojo desde entonces. Las 190 restantes continúan atrapadas en la telaraña de Venus y el Consorcio todavía no ha tramitado el expediente al Jurado de Expropiación de Catalunya. A la degradación y a la inseguridad del edificio, de la que el Síndic de Greuges habló en 2014, se han añadido nuevos conflictos sociales.

Cuanto más muere en vida el edificio Venus, más candente está la lucha de los afectados y afectadas contra la administración. Y es en esta lucha que cobra sentido Objetivo Venus: un proyecto de agitación comunitaria que nace desde los cimientos del edificio y que busca la sacudida política y mediática. 

Nos encontramos en el momento cenital de la historia del barrio. Derribar a Venus es cambiar la configuración histórica de La Mina. Supone recuperar el valor colectivo, devolver la responsabilidad política a la administración, revertir el resultado del Plan de Transformación. Cerrar el espiral, abrir el laberinto, deshilar la telaraña, remover las aguas podridas. Liberar a una comunidad que sufre los síntomas de una política muy convaleciente.

Hay muchas Minas dentro del barrio. Y hay muchas Minas dentro del edificio Venus. Sumarse a Objetivo Venus es cambiar la composición de un fractal que reproduce el daño social. Es abrirse al cambio y echar el cierre a una condena histórica.

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